La magnetosfera

Del mismo modo que cuando tomamos una brújula, la aguja señala al “norte y al sur magnéticos”, si fuéramos viajando por el espacio que rodea a nuestro planeta, esa misma brújula iría señalando la forma en que está distribuido el magnetismo de la Tierra por el espacio.

 

A esta región del espacio por la que viajamos observando las indicaciones de la brújula, la llamamos “magnetosfera”, porque decimos que es “la zona de influencia del magnetismo terrestre en el espacio que rodea al planeta”.

La magnetosfera rodea en forma irregular a la Tierra, y se extiende desde la misma superficie del planeta hasta más allá de la Luna, la que está ubicada a unos 380.000 kilómetros. Por lo que nuestro satélite “se mete” en la magnetosfera terrestre al moverse en cada una de sus órbitas.

La magnetosfera no sólo tiene la propiedad de hacer mover a la aguja de una brújula, sino fundamentalmente, tiene la posibilidad de “atrapar” a la mayoría de aquellas partículas, electrones y protones, que vienen viajando a gran velocidad desde el Sol.

Estas partículas del “viento solar” quedan entonces confinadas, principalmente, en unas regiones que rodean a la Tierra, llamadas “cinturones de Van Allen”, no llegando hasta el suelo en la medida en que lo harían si no existiera tal blindaje.

Los cinturones de Van Allen se deben tener en cuenta cuando se envían naves espaciales tripuladas, ya que la energía de las partículas allí concentradas es tan grande que podrían dañar seriamente a los seres vivos, y aún también, a los instrumentos científicos de esas naves.

Las partículas del viento solar atrapadas por la magnetosfera interactúan con las moléculas del aire existente en la zona alta de la atmósfera, y de esa manera se producen las auroras polares.

Además, y por la misma razón anterior, la magnetosfera, logra que el viento solar no arrastre consigo al aire de la atmósfera, “desnudando” al planeta, tal como se supone que sucedió con Marte y la Luna, entre otros.

En Marte se cree que, por ser su magnetosfera muy débil, las partículas del viento solar fueron interactuando con las moléculas del gas de su atmósfera haciendo que lentamente se escaparan de la atracción gravitatoria del planeta, produciendo que luego de varios cientos de millones de años, haya quedado con una capa tenue, sin las condiciones necesarias para tener agua líquida y posibilidades de albergar vida.

Néstor Camino
“El rastro del Choike” Esquel (Chubut)
Foto: Revista GEO

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