Atrapados

A unos kilómetros de la capital pampeana se realiza una serie de investigaciones para conocer las costumbres, las enfermedades y el estado de aves como el churrinche, el surirí, la ratona y el chingolo. Utilizan “redes de niebla” para atraparlas. Luego de medirlas, anillarlas, extraerles muestras de sangre y plumas, luego de estudiarlas... las liberan.

Miguel Santillán llega temprano al monte y comienza a colocar redes de entre 10 y 18 metros de largo, y de 1,5 m de alto aproximadamente. La red es una malla muy fina que, con determinada combinación de luz y sombra, no se ve. Esa es la idea para poder capturar, o recapturar, un pájaro y someterlo a distintos estudios.

Cuando ECO acompañó a Santillán, fueron instaladas seis redes. El método es instalar, alejarse y esperar… y a los minutos cae una paloma, Miguel la retira de la red con sumo cuidado, le hace una observación general y la libera.

Hay mañanas mejores que otras. En algunas se capturan diez pájaros y en otras dos, depende de factores tales como el viento o la temperatura. Finalmente cae un churrinche, y Miguel se toma todo el tiempo del mundo para retirarlo sin causarle el mínimo daño a sus plumas o patas.

¿Qué hacen?

Un ácaro hallado en La Pampa
–las aves los tienen-,
fotografiado con un
microscopio electrónico.

Miguel y su equipo capturan todas las especies de ave que hay en ese monte. churrinche, surirí, ratona, chingolo... A cada una la examinan completamente y a algunas las anillan. Se le toman muestras de sangre y de plumas, y se observan los ectoparásitos (los que están por fuera del ejemplar) como piojos, garrapatas, ácaros y moscas.

En el caso de la ratona, se anilla para estudiar el comportamiento. Al churrinche se lo anilla para ver su movimiento (si viene todos los años), y para seguir su desarrollo a lo largo del tiempo. En 2005 comenzaron a anillar y desde 2009 lo hicieron de una manera más intensiva.

Migradoras

Con el estudio, empezaron a ver que algunas especies llegaban en determinado momento del año a este lugar, como el churrinche y la tijereta, o el benteveo rayado o el surirí. En el caso del churrinche, puede irse de acá a Bolivia o al Amazonas, eso lo están investigando.

Puede ocurrir que un ornitólogo en Brasil capture un churrinche anillado por ellos y entonces les avisará que encontró a determinado individuo. Las tijeretas es posible que estén viajando hasta Colombia, aunque de eso esperan enterarse este año. Las migradoras aparecen en esta zona para la época reproductiva, agosto-septiembre, y tienden a irse en marzo-abril.

A cada churrinche se le
observan las alas, se lo
pesa y se le saca sangre,
entre otros análisis.

Mientras esperamos a la sombra de los caldenes, Miguel (técnico de campo y laboratorio) se explaya sobre la necesidad de que los investigadores hagan docencia sobre su actividad y compartan con los que recién se inician toda su experiencia y conocimientos.

Pero la charla se interrumpe cuando cae un segundo churrinche. A Miguel le llama la atención la cantidad de grasa que tiene en el pecho, y confía en que tendrá más que suficientes reservas a la hora de partir.

Cuando los churrinches llegan tienen cierta condición física, por eso revisan cómo están de grasa y de masa muscular. La masa muscular determina las proteínas que tiene y la grasa, las reservas. Durante el tiempo que esté acá, en ese monte de La Araña, ese pájaro va a recuperar la condición física para irse nuevamente. La idea es ver cómo llegan esos pájaros anillados, capturarlos y observar cómo ha cambiado esa condición. Hay casos en que el individuo recupera toda esa energía y regresa. También les interesa determinar qué enfermedades pueden transmitir.

Geolocalizador:
Se instata sobre las plumas
del ejemplar sin alterar su
condición física ni su
comportamiento.

A algunos individuos les colocan un aparatito más chiquito que una moneda de 50 centavos, de 0,5 gramos, que es una especie de mochilita. Es un geolocalizador que va tomando información de la luz del sol, para bajar luego con un software. Eso sí, si logran recapturar al ejemplar que lo porta.

La investigación se hace por parte del Cecara (Centro para el Estudio y la Conservación de Aves Rapaces de Argentina, UNLPam), y además llevan adelante un trabajo con Alex Jahn, de la Universidad Estadual Paulista-Rio Claro, Brasil, que trajo todos los implementos, mientras que los investigadores locales hacen la logística. Lo del churrinche lo empezaron a hacer con José Hernán Sarasola y Laura Bragagnolo, en 2009.

Momento de levantar las redes

Esta tarea la realizan todos los veranos, trayendo las redes bien temprano y dejándolas hasta el mediodía, por el calor. “Y se los puede recapturar de un año para otro porque son territoriales, vuelven al mismo sitio. Si recapturo un pajarito que había anillado en el 2010, voy a tener información de ese periodo de cuatro años”, asegura Miguel.

Es el mediodía, el calor aprieta y Miguel empieza a enrollar las redes, hasta mañana, como un pescador del monte que busca capturar el siempre esquivo conocimiento.

Texto: Matías Sapegno
Ilust.: Bibi González

 

El siguiente es un resumen de un trabajo de investigación del que participa Alex Jahn, quien integra el equipo, junto con los investigadores locales, acerca de los geolocalizadores utilizados para analizar migraciones.

"Poco se sabe sobre la fenología de la migración, las rutas de migración, y la conectividad migratoria de la mayoría de los 230 especies de aves que se reproducen en latitudes templadas del sur de Sur América, y que luego migran hacia los trópicos para invernar.

Utilizamos geolocalizadores para estudiar la migración de tres machos y tres hembras de Tyrannus savana (Tijereta) capturados en sus territorios de cría en Argentina. Todas las aves iniciaron la migración de otoño entre finales de enero y finales de febrero, y migraron de 45 a 66 km dia–1 hacia el noroeste por el centro de América del Sur, hasta una o dos áreas de invernada. Cinco individuos primero pasaron varias semanas (en abril y mayo) en la Amazonia occidental (principalmente Perú, noroeste de Brasil, y sur de Colombia), antes de moverse hacia el este para pasar el resto de la temporada no reproductiva en el centro de Venezuela y el norte de Brasil. Un individuo estuvo principalmente en un área de invernada en el este de Colombia, noroeste de Brasil, y el suroeste de Venezuela. La migración de otoño duró aproximadamente 7–12 semanas, y cubrió una distancia de 2888–4105 km.

No analizamos los datos de la migración de primavera a causa de una amplia superposición con el equinoccio de la primavera austral. Estos resultados representan los primeros datos sobre los lugares de invernada, la fenología de la migración y las rutas migratorias de individuales de aves paseriformes migratorias que se reproducen en América del Sur.

Dado que existe una falta general de datos similares para prácticamente todas las aves migratorias que se reproducen en América del Sur, los geolocalizadores tienen el potencial de revolucionar nuestra comprensión de cómo las aves migran y las amenazas que enfrentan en el cambiante paisaje de América del Sur”.

 

 

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