Siguiendo a la boa curiyú

En el norte argentino decenas de cazadores salen a buscar a la boa curiyú, un reptil de hasta 4 metros de largo y 30 kilogramos de peso. Unos 4.000 cueros se exportan por año con destino a Europa donde se paga una fortuna por un bolso de anaconda de mujer. Se trata de un programa de conservación desarrollado por gobiernos, empresarios y ambientalistas.

 

Formosa (especial. Agosto 2008).- En Fortín “La Soledad”, la localidad formoseña de casi un centenar de familias, los cazadores salen durante días a buscar a las boas curiyú (Eunectes notaeus). Todos los años, de junio a agosto, una decena de pobladores se suben a sus canoas y navegan el bañado “La Estrella” para atrapar a nuestra anaconda.

La novedad es que ahora forma parte de una estrategia de conservación de la especie. “Durante años y años se comercializaban ilegalmente decenas de miles de cueros de curiyú sin ningún conocimiento de la especie, sin beneficios para los cazadores que actuaban desde la marginalidad, y sin un verdadero control estatal del recurso”, cuenta Patricio Micucci, de la Fundación Biodiversidad (FB) y director del Programa para la Conservación y Aprovechamiento Sustentable de la Boa Curiyú.

“Por eso nació este programa que, básicamente, regula el uso del recurso estableciendo períodos de caza, medidas mínimas para su aprovechamiento y otras características biológicas. Además, este programa beneficia a los cazadores porque triplica el valor que cobraban por el cuero, asegura su cobro en dinero, no en especie, y salen de la ilegalidad. Por último, logramos que los comerciantes y exportadores no sólo ordenen su negocio, sino que financien íntegramente el programa de conservación”, agrega el biólogo.

La boa curiyú es una especie que en América del Sur, se distribuye en un área más grande que toda la provincia de Buenos Aires y que sólo en Argentina ocupa unas 12 millones de hectáreas. Mide hasta cuatro metros de largo y su cuero tiene una gran demanda en el mercado europeo. Se hacen bolsos de mujer, billeteras, zapatos y otros productos con valores que pueden alcanzar algunos miles de euros cuando la “marca” se la dan firmas famosas como Gucci o Ferragamo.

Unos 4.000 cueros salen de Argentina todos los años y un 30% se produce en Fortín, una pequeña localidad ubicada a unos 300 kilómetros de la capital formoseña, muy cerca del río Pilcomayo, límite natural con Paraguay.

Allá en el norte

Temprano por la mañana, salimos de la localidad de Las Lomitas. Por un camino de tierra “que se hace intransitable cuando llueve”, vamos entrando en la espesura del “Gran Chaco”. Luego de 70 kilómetros de polvo y barro, llegamos a Fortín.

En la despensa de Domingo Maciel se amontonan cientos de cueros. Maciel es el acopiador de esa localidad. Padre de dos hijos (Iván, que conduce un flamante camión con acoplado y Mili, la abogada), marido de Elsa, la directora de la escuela, provee además a los pobladores del lugar harina, gas, latas de conservas y varios productos de despensa.

Programa Curiyú

Exportación histórica: Desde 1940 hasta fines de 1980 se exportaban entre 10.000 y 60.000 cueros de boas curiyú a Estados Unidos y Europa.

Exportación actual: 4.000 cueros anuales individualizados con precintos inviolables desde su origen (un 5% de la población estimada en el bañado “La Estrella”).

Familias beneficiadas: 350 del interior de Formosa

Temporada de zafra: invierno, de junio a agosto

Requisitos: tamaño mínimo de cuero de 2,30 metros. Las formas de cuereado son variable cada año, para evitar la acumulación de cueros de un año a otro.

Dato: De un 5 al 10% de las primeras boas cazadas (unas 300) son aprovechadas para estudios científicos.

Integrantes del programa: Cazadores, acopiadores, agente de compra, empresarios, Fundación Biodiversidad, Ministerio de la Producción (Dirección de Fauna y Parques) del Gobierno de Formosa, y Dirección de Fauna de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de Nación (SAyDS).

Al fondo de la despensa, en una habitación, se apilan los cueros que van llegando. Hasta allí llega Pinto. “Necesito vender casi dos cueros para pagar una bolsa de 25 kg de harina”, cuenta.

Allí, en Fortín, la bolsa de harina cuesta 55$ y una familia tipo necesita dos por mes. También compran garrafas de gas que ayuda cuando la leña no alcanza, azúcar, fideos, sal y otros comestibles.

Como Pinto, una quincena de cazadores de Fortín comercializan unas 700 boas curiyú. Más de 21.000$ por temporada ingresan en unas 15 familias por una actividad que comienza cuando hay poco que hacer en el lugar. El programa representa más de un 15% de ingresos extras al año para esas familias.

“Antes de que comenzara el Programa traficantes foráneos compraban cueros ilegales sin respetar ni la época ni la edad de los animales”, cuenta Tomás Waller, Director de Conservación de la Fundación Biodiversidad. A los cazadores les pagaban unos diez pesos por cuero y, al no intervenir el Estado, se evadían impuestos y se favorecía el contrabando”.

En el año 2001 se realizó un primer estudio de campo en Formosa que permitió elaborar un “Programa de Conservación y Aprovechamiento Sustentable de la Boa Curiyú”, que se está aplicando desde el año 2002.

Intervienen el Ministerio de la Producción a través de la Dirección de Fauna y Parques de la provincia de Formosa, la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, la Fundación Biodiversidad, siete empresarios, doce acopiadores y cientos de cazadores.

“El programa beneficia a unas 350 familias del interior de Formosa, permite el desarrollo del sector empresarial, interviene el Estado nacional y provincial en el control del recurso, y una organización como Fundación Biodiversidad desarrolla el control biológico y el manejo sustentable de la boa”, señala Micucci. “Además, permite estudiar científicamente a la boa curiyú colocando a la especie en un escenario visible, dándosele importancia como recurso natural renovable”.

Pinto

Luego de seis horas de navegar con la canoa por el bañado, Pinto arma su pequeño campamento. Todos los años vuelve al mismo lugar. Durante varios días sale cuando el sol comienza a calentar el lugar. Es el momento que la curiyú se enrosca en las ramas de un árbol o en un tronco para calentarse con el sol.

“Hace unos diez días que no nos ayuda el tiempo”, se lamenta Pinto. “Para cazar la curiyú hace falta una buena helada. El calor allí en medio de los esteros incluso en invierno puede subir a 40° y entonces la víbora se nos mete al agua”, agrega.

A unas dos horas de viaje, entre las hojas, una curiyú es atrapada por Pinto. “Es chica, no más de metro y medio” dice.

Waller señala la posición con su GPS y en su grabador detalla las características del animal. Es una boa microchipiada que es pesada, medida y luego liberada. Unas 250 son atrapadas al comienzo de cada temporada para estudiarlas.

“Esta vez no voy a tener suerte”, se resigna Pinto. “Mañana, con la fresca y si sale el sol, me van a estar esperando”, dice mientras se ríe.

Investigación y texto: Pablo D’Atri
Fotos:  T. Waller / PD

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