Los árboles de la ciudad

 

Unos cien mil árboles visten las calles de Santa Rosa (La Pampa) y son 147 las áreas entre plazas, parques y reservas. Aun cuando en este lugar del mundo cuesta ver crecer las plantas, es costumbre no dejarlas crecer.

Según un estudio, en la ciudad existen 20 metros cuadrados de espacios verdes por habitante, una media superior a la recomendada por la Organización Mundial de la Salud para las grandes urbes. Sin embargo, en esta ciudad centenaria, los árboles no son de gran porte y pocos vecinos se acostumbran a dejarlos morir de pie.

En la ciudad de Santa Rosa (La Pampa, Patagonia Argentina) existen unos 100.000 árboles en pie y en los últimos diez años se crearon 20 nuevos espacios verdes. (*)

Actualmente (*) existen unas 174 plazas, parques, reservas, avenidas y rotondas que cubren unas 60 hectáreas, y que son utilizadas por los vecinos de la ciudad para esparcimiento, juego y parquización.

Estas cifras no consideran las 140 hectáreas de la laguna Don Tomás, un lugar muy próximo a la ciudad y que según proyectos, se integrará al casco urbano.

Según un estudio del Instituto de Biogeografía y Medio Ambiente, de la Facultad de Ciencias Humanas (UNLPam), en Santa Rosa existe una buena relación de espacios verdes por habitante. El mismo afirma que mientras en Estados Unidos existe una media de 5 a 11 m2 por habitante, aquí se promedia los 20 m2 por habitante.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda, para las grandes urbes como Buenos Aires, Córdoba, San Pablo o ciudad de México, una media de 15 m2 por habitante. En esos lugares, el smog de los automóviles y las chimeneas de las fábricas, los altos edificios que frenan el aire y tapan el sol, allí cada espacio con vegetación tiene un valor diferente.

El Parque Oliver, un reconocido "espacio verde" que fue noticia por la reacción ciudadana ante un intento del municipio de Santa Rosa de realizar modificaciones en el mismo (más información...)

 

Cacho de cultura
Consultado sobre el poco desarrollo de los árboles que pueblan las veredas de la ciudad, Darío Moglie, del equipo técnico de Espacios Públicos de la Municipalidad de Santa Rosa, señaló que, además de una cuestión de espacio, tipo de especie y posibilidades ambientales de la región, el factor cultural es muy importante. “Si uno le pregunta a los vecinos qué es más alto, su casa o el árbol que hay plantado en la vereda, la mayoría contesta que la casa”. Según Moglié, esto es bastante ilustrativo de la imagen que tiene cada vecino del árbol en la ciudad.

Ubicada históricamente al límite de la región del monte y del bosque de caldén, la ciudad de Santa Rosa tiene un arbolado público en gran parte joven. El problema se debe, entre otros factores, a los cambios de criterios de las especies más aptas para poblar las calles.

Así, en un principio, se plantaron olmos pero los problemas de las raíces llevaron a reemplazarlo por acacias. El cambio duró lo que un suspiro y cuando los ejemplares plantados comenzaron a dar sombra y darle verde a la ciudad, las plagas, el follaje tupido y la propensión para atraer insectos cambió nuevamente los planes y el fresno o el arce es la especie más recomendada.

“Es importante destacar que hay factores que no ayudan”, dijo Monglie. Entre ellos, la media de 2,8 metros del ancho de las veredas de las cuales 1,15 metro es obligatorio que sean de cemento. Además, comparte el lugar con las cañerías de gas y cloacas, y como si fuera poco, el agua no abunda y la tierra no es la más fértil.

Vecinos
Pero existe un factor que sobresale: la actitud del vecino. De hecho, son muchos los que transforman las bondades del árbol en un estorbo. Las hojas que se vuelan, las raíces que levantan las veredas, las plagas e insectos que ensucian el auto y el obstáculo que tapa la vidriera es la queja más usual.

“El arbolado urbano es un buen indicador ambiental”, señala Jorge Luis Marani, del departamento de Medio Ambiente de la Municipalidad de Santa Rosa. Docente universitario, Marani sostiene que estudiar el estado de salud del árbol ubicado en las veredas es una buena radiografía para estimar el estado de conciencia ambiental de la población.

“Es algo bien concreto”, afirma Marani, y “es aplicar el efecto invernadero global en el lugar que te toca vivir”. Más allá de la deforestación en el Amazonas, cada uno en su lugar puede sumar o restar: “son problemas ambientales en el frente de la casa”, dijo.

En las ciudades, el árbol cumple funciones ecológicas, de bienestar y hasta estéticas. Produce oxígeno, regula la humedad del ambiente, es una buena barrera contra los ruidos molestos (sobre todo de los autos), brinda sombra al caminante (en las tardes calientes de verano es cuando más se lo reclama), refresca el aire, es hábitat de especies de pájaros e insectos, es una buena cortina contra los vientos y como si fuera poco, da vida y color a la ciudad.

Texto: Pablo D’Atri
Ilus.: Bibi González

(* este informe fue publicado en Suplemento ECO, de julio de 2006)

Imprimir