Los incendios forestales se asocian con un clima cada vez más cálido. Su frecuencia y propagación ejercen una presión sin precedentes sobre las autoridades locales, que deben contenerlos en un plazo muy breve, dice un informe del PNUMA.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), el verano de 2018 vino con olas de calor récord y una serie de incendios forestales de rápida propagación que han causado numerosas muertes y la destrucción de propiedades y miles de hectáreas de bosques.
Los incendios forestales son parte de la naturaleza y juegan un papel importante en la configuración de los ecosistemas ya que actúan como agentes de renovación y cambio. Sin embargo, además de destruir las propiedades, la fauna y la vida humana, también ponen en peligro la salud humana y contribuyen al cambio climático al liberar a la atmósfera gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso.
Los especialistas temen que las temperaturas más altas de primavera y verano estén causando períodos de sequía más largos y aumentando la probabilidad de sequías y temporadas prolongadas de incendios forestales.
Irónicamente, mientras que una atmósfera más cálida de lo habitual puede contener entre 5% y 25% más de agua, ciertas regiones enfrentarán escasez del líquido. Según el Instituto de Recursos Mundiales, para 2040, 33 países sufrirán un estrés hídrico grave.
"El medio ambiente a menudo es reconocido como una víctima de la guerra. Sin embargo, los cambios en el comportamiento de la naturaleza y la mala gestión de los recursos también pueden desencadenar, exacerbar o prolongar los conflictos", dice el Director Ejecutivo de PNUMA, Erik Solheim.