Dakar

A veces nos sentimos boludos. Horas, días, meses y años trabajando por una causa a la que todos reivindican pero que en segundos borran con el codo. Todos somos ecologistas hasta que llega el Rally Dakar.

Más de quinientos autos, motos y camiones vienen a correr por estas pampas argentinas. Hace meses que todos andan como locos. Se habla de más de treinta mil personas que pisarán Santa Rosa y caminos aledaños, de las escuderías, de hacer un camping en el fondo de la casa, de colocar un puestito para vender cualquier chuchearía…

Hace meses que distintas reparticiones del gobierno provincial y municipal se empeñan en dejar todo bien presentado.

Algunos comerciantes chochos. Alojamiento y comida van a vender y calculan en algo más de un millón y medio de pesos para repartir por tres días de fiesta.

En el medio, el Estado (nosotros) pagará los cientos de metros de alambre para custodiar los autos en la laguna Don Tomás, la seguridad para que nada pase, las rutas que utilizarán los autos, motos y camiones. Los bolsillos de los usuarios pagarán los médicos, los servicios de emergencia, la limpieza de la ciudad, la factura de la luz, las roturas…

Espejitos de colores nos vendieron los europeos y los compramos. Lo peor es que sabemos que nos están estafando, pero mejor no decir nada.

No dice nada el funcionario del dinero que sacará de las arcas del Estado para tenderle la alfombra al rally. No dicen nada los comerciantes porque algunos de los miles que nos visitarán, comprarán. No dicen nada los profesionales y entendidos aunque saben que se destrozarán campos, bosques y pastizales.

Y tampoco decimos nada los vecinos porque nos gusta la fiesta, aunque sólo sea pasajera y luego haya que limpiar la mugre.

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