Lo superfluo por lo necesario

Todo ser viviente, por el hecho mismo de existir, contribuye a la evolución del ecosistema en que habita. Los ecosistemas evolucionaron en ausencia del Hombre. No se trata, entonces, de pretender bloquear la evolución de nuestro planeta y de poner la naturaleza en una lata de conserva. Lo que sí se impone es impedir que el Hombre, por sus actividades, comprometa el funcionamiento del sistema y, de esa forma, no sólo sus futuras posibilidades de intervención, sino también de su propia supervivencia.

 

La importancia de los disturbios ambientales en la vida de los países revela que han alcanzado niveles que ya no es más posible desestimar. Desde que el Hombre supo hacer fuego, fabricar herramientas, cultivar plantas y domesticar animales, ha perturbado a menudo gravemente el funcionamiento de los ecosistemas. Sin embargo, el Hombre no puede permitirse más el lujo de tratar los problemas ecológicos con el desparpajo y la irresponsabilidad actual. Sería infantil y tonto creer y afirmar que la ciencia resolverá todos los problemas: nadie duda del triunfo del conocimiento que ha permitido comprender las reacciones nucleares, sintetizar nuevas moléculas, viajar fuera de nuestra atmósfera y resolver tantos otros delicados problemas que enfrentó y enfrenta el Hombre. Sin embargo, no debemos dejarnos llevar por el triunfalismo idealista, de tradición positivista, de que la ciencia está ahí para defendernos. La ciencia y su expresión más mediata, la tecnología, también han demostrado muchas veces su alta nocividad. Los conocimientos científicos no han impedido el desarrollo de estrategias erróneas que han comprometido y comprometen seriamente la economía humana y la economía de la naturaleza.

Es de esperar que todos aquellos llamados a tomar decisiones, cualquiera sea su tendencia ideológica, se ocupen de una vez por todas del problema ambiental que aqueja a los pueblos, y que se den cuenta de que el progreso, el crecimiento económico, social, cultural o político de las comunidades humanas, es decir el desarrollo, no es posible si no se respetan las básicas leyes del entorno que nos permite vivir.

* Presidente de la Fundación Biodiversidad

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