Benditos hongos

Las micorrizas presentes en las raíces de plantas del raulí patagónico cultivadas en vivero le brindan mayores ventajas adaptativas para su implantación en el campo.

Investigadores del INTA Bariloche identificaron que las plantas cultivadas en viveros tardan un año en desarrollar micorrizas de forma natural, luego de reducirse el aporte de nutrientes por fertirrigación que se aplica en los invernaderos.

La investigación, publicada por la Revista de Investigaciones Agropecuarias (RIA), en la que también participan investigadores del Conicet y del Centro Regional Universitario Bariloche (CRUB), forma parte de una serie de estudios que tienen por objetivo identificar las condiciones óptimas de cultivo del raulí para su posterior implantación y adaptación en el campo.

“Conocer el momento en que las plántulas desarrollan micorrizas en el vivero es importante porque éstas le brindan mayor capacidad de captación de agua y absorción de nutrientes para que la implantación no sea tan crítica y estresante para las plantas”, expresó la investigadora del INTA Bariloche, Paula Marchelli.

Las micorrizas son una asociación entre las raíces de las plantas y diferentes hongos del suelo que forman una especie de manto en torno a la raíz y se prolongan desde la superficie de la misma hacia el suelo, para aumentar su capacidad de absorción de agua y nutrientes tales como fósforo, nitrógeno, calcio y potasio, esenciales para la vida del vegetal.

El estudio que se realizó sobre plántulas de la especie forestal nativa Nothofagus nervosa (comúnmente llamada “raulí”), permitió identificar que las que crecen en viveros tardan un año en desarrollar micorrizas de forma natural, luego de reducirse el aporte de nutrientes por fertirrigación.

“Al disminuir las dosis de nutrientes que se aplican en los invernaderos, las micorrizas comienzan a crecer y aparecer en las raíces de las plantas. Por eso, identificar ese momento es crucial para poder desarrollar técnicas de inoculación antes de trasladarlas a otros ambientes”, explicó Marchelli.

En esa línea, la investigadora del Conicet, Natalia Fernández, señaló que “al salir del invernáculo e implantarlas en el suelo, el número de hongos capaces de formar micorrizas en esta especie aumenta debido a la presencia de esporas fúngicas propias de ese ambiente”.

Por su capacidad de exploración del suelo y la tolerancia al estrés, “los plantines micorrizados podrían aumentar su tasa de crecimiento y contar con una protección frente a los patógenos, lo que les permitiría una mejor adaptación y desempeño en el lugar de implantación”, aseguraron las investigadoras.

Por otra parte, el estudio permitió identificar la presencia de los hongos que forman las ectomicorrizas presentes en esa especie forestal, ya que “pueden ser identificadas a simple vista porque los ápices de las raíces en las que se forman poseen un color o morfología diferente, como por ejemplo, una mayor ramificación”, explicó Fernández.