Hace 10.000 años

Desde terribles “tigres dientes de sable” hasta gigantescos perezosos, pasando por una variada diversidad de gliptodontes, caballos americanos y camélidos de gran tamaño, la fauna que vivió hace 10.000 años en lo que hoy es Santa Rosa fue notable por donde se la mire.

 

Suplemento ECO (Nº 207/Mayo 2017)_ En el entorno de la actual laguna Don Tomás prosperó un conjunto de “megamamíferos” que evolucionó a lo largo de millones de años y desarrolló características únicas. Se adaptaron a las glaciaciones del Pleistoceno pero hace 10.000 años desaparecieron en cuestión de un suspiro. Reviven en las excavaciones para edificios, en zanjas profundas o cuando las lluvias remueven el terreno, y nos dan un atisbo de cómo era aquella Santa Rosa. 

Caminamos sobre ellos, restos enterrados que esperan pacientemente un hecho fortuito que los traiga de regreso tras miles de años de silenciosa espera. Porque se extinguieron pero no desaparecieron. Están aquí, justo bajo nuestro, quizá en el patio de nuestras casas.

Uno de estos hechos fortuitos ocurrió a principios de abril, cuando un geólogo de la Universidad Nacional de La Pampa, Marcelo Zárate, caminaba junto a su perro Bruno por las afueras de la ciudad, en un sector de la calle Liberato Rosas que la lluvia había puesto intransitable. Allí detectó unos restos semienterrados y avisó al Museo de Historia Natural. El hallazgo del fósil, que resultó un gliptodonde, y el proceso de desenterrarlo, limpiarlo y prepararlo para su traslado que realizó el personal del Museo, generaron un interés social por conocer más información sobre esa magnífica fauna y el paisaje pampeano de aquel entonces.

Una esquina céntrica.

La zona céntrica de la ciudad, frente a la Catedral y en la esquina de las confiterías La Recova y La Capital, es una ventana a la Santa Rosa de hace más de 10.000 años.

En el año 1994 se estaba haciendo allí la obra de desagües pluviales –para ello se cavaron zanjas de unos 4 metros de profundidad– cuando empezaron a aparecer un resto tras otro. Los operarios contactaron a dos especialistas, el geólogo Silvio Casadío y la paleontóloga Claudia Montalvo, que se pusieron a trabajar de inmediato.

Dos smilodontes atacan a un megaterio, una imagen que tranquilamente pudo haber ocurrido frente a la plaza San Martín de Santa Rosa. La pelea, si existió, debió ser mortal para ambas especies, ya que allí se encontraron restos del Smilodon y del Megatherium. (Imagen tomada del libro Bestiario fósil)

 

Lo que encontraron fue fascinante: placas óseas de cuatro tipos de gliptodontes, Glyptodon, Neosclerocalyptus, Panochthus y Lomaphorus –unos más bien pequeños, otros del tamaño  de un Fiat 600–; partes del perezoso gigante Megatherium americanum, quizá la bestia más grande que habitó nuestra región al término la última glaciación; un primo hermano de los guanacos, Hemiauchenia paradoxa; una Macrauchenia patachonica, integrante de una familia extinta de mamíferos más grandes que un caballo; placas de una tortuga, y varios dientes de Smilodon populator, el temible “Tigre dientes de sable”.

En 1998 los restos se expusieron en el Museo de Historia Natural en una muestra que se denominó “Santa Rosa hace 10.000 años”. Los organizadores, la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y el propio Museo, tuvieron la buena idea de acompañar la muestra con un folleto que detallaba los géneros y especies encontrados, y brindaba un panorama de cómo era nuestra región en aquella época.

Estos registros del megaterio y de la macrauquenia no fueron los primeros para Santa Rosa. Unos años antes se los había encontrado muy cerca, en el edificio ubicado en Pellegrini Nº 444. Los memoriosos recordarán, incluso, que en la década del ‘60 se descubrió un ejemplar de megaterio en la “Cantera de pull-oil” ubicada al suroeste de Toay, y años después, en los ’90, apareció otro más en ese mismo lugar.

Esos y otros hallazgos realizados hasta 2010 fueron compilados en el capítulo “El registro de mamíferos del Pleistoceno tardío−Holoceno temprano del centro-oeste de Argentina”, de la publicación “Condiciones paleoambientales y ocupaciones humanas durante la transición Pleistoceno–Holoceno y Holoceno de Mendoza” que coordinó, entre otros, el geólogo Marcelo Zárate. En ese capítulo, escrito por la doctora Susana Bargo y varios colaboradores, se listaron todas las especies reconocidas para el lapso Pleistoceno tardío-Holoceno temprano en Santa Rosa y otras localidades pampeanas.

Marcos Cenizo y Maximiliano Minuet trabajando en la extracción de la enorme masa de sedimentos donde se encontraba incrustado «Liberatito», el gliptodonte de la calle Liberato Rosas (foto gentileza Mariano Erro)

 

A dos cuadras.

Unos años después ocurrió otro hallazgo notable, esta vez en la esquina de Escalante y Villegas, donde se levanta el nuevo edificio de Vialidad Nacional. Esta vez el aviso lo dio el arquitecto que inspeccionaba la obra.

Allí aparecieron especies que ya habían visto la luz en la plaza San Martín, otras nuevas y siete que representaron el “primer registro” para el Pleistoceno pampeano. Fue el mayor hallazgo hasta ahora en Santa Rosa, tanto en cantidad de restos como en diversidad de especies.

La excavación intersectó un “paleocauce” que desembocaba en una depresión topográfica, posiblemente una laguna, ubicada en lo que hoy es la laguna Don Tomás. “Los niveles portadores (de los fósiles) corresponden a un ambiente canalizado de tipo fluvial que habría funcionado como una zona de escurrimiento que drenaba el exceso de agua pluvial hacia esa región”, escribieron la paleontóloga Claudia Montalvo y sus colaboradores en el paper publicado en la revista ‘Ameghiniana’ que dio cuenta del hallazgo.

En Escalante y Villegas se encontraron placas del caparazón y de la cola de los gliptodontes Glyptodon clavipes y Doedicurus; dientes y fragmentos de la mandíbula del perezoso Megatherium americanum y de sus primos Glossotherium robustum y Scelidotherium; parte de la mandíbula izquierda de un ejemplar juvenil de Toxodon –algo así como un rinoceronte del Pleistoceno tardío–; dos molares inferiores de un antiguo guanacos (género Lama), y mandíbulas incompletas de individuos juveniles de los caballos americanos Hippidion y Equus.

El gliptodonte Doedicurus, los perezosos Glossotherium y Scelidotherium, el notoungulado Toxodon y el camélido Lama se registraron por primera vez en nuestra provincia. Se conocía la presencia de caballos nativos de América en el área, pero el registro de Santa Rosa confirmó la presencia de las dos formas del Pleistoceno: Hippidion y Equus (Amerhippus).

También se recuperó un sinnúmero de fragmentos difíciles de identificar. “Considerando todos los materiales recuperados, la densidad de restos fue alta, unos 80 restos en una superficie de 500 m2”, destacaron Montalvo y sus colaboradores en el artículo.

Los restos estaban desarticulados, prueba de que quedaron depositados en un entorno de mucha energía, como es el caso de un cauce canalizado. “El canal fluvial habría funcionado como una zona de escurrimiento superficial relativamente somera y amplia, que drenaba hacia el centro de la depresión topográfica donde en la actualidad se ubica el cuerpo de agua de la Laguna Don Tomás”.

Por su antigüedad y la asociación de especies presentes, los fósiles de Santa Rosa corresponden a la edad Lujanense, es decir, el lapso Pleistoceno tardío-Holoceno temprano, que se extendió desde hace 125.000 a 130.000 años antes del presente, hasta hace 10.000 a 8.000 años AP.

Doedicurus, uno de los grandes gliptodontes del Pleistoceno, fue encontrado por primera vez en la excavación para el edificio de Vialidad Nacional, en Escalante y Villegas. (Imagen: ‘Bestiario fósil’)

 

Aquella Santa Rosa.

¿Cómo era la Santa Rosa de aquel entonces? El paper “Registro faunístico y paleoambientes del Cuaternario tardío, provincia de La Pampa, Argentina”, que Montalvo publicó junto a Marcelo Zárate, Susana Bargo y Adriana Mehl, nos brinda un buen panorama.

En Villegas y Escalante los restos aparecieron en un estrato de 20 centímetros de espesor, de forma tabular, constituido por arenas gruesas a finas y limos arenosos carbonatados, con estructuras sedimentarias en artesa típicas de agua en movimiento; y en uno superior, apoyado sobre el primero, conformado por arenas medias a finas limosas, con estratificación entrecruzada tangencial, también vinculada a corrientes ácueas. Estos sedimentos y su organización reflejan el relleno basal e intermedio de un canal.

Así pudo ser el paisaje de nuestra región durante la edad Lujanense, un período que comenzó hace 130.000 años y terminó hace unos 8.000 años. En la laguna que ocupaba el centro de la depresión topográfica donde ahora está Santa Rosa, convivían gliptodontes, macrauquenias, megaterios y toxodontes, entre otras enormes bestias, todas extintas. (Imagen: Bestiario fósil)

 

La asociación faunística y las características de los depósitos, nos permiten inferir que hace 10.000 años había en lo que hoy es Santa Rosa un gran cuerpo de agua dulce que superaba el límite actual de la laguna Don Tomás y avanzaba hacia lo que hoy es el casco urbano, rodeado de médanos y zonas pantanosas, y muchos cauces y canales que drenaban el agua que caía en los alrededores durante los eventos de tormentas fuertes.

En torno a esta zona de humedales se encontraría una extensa planicie arbolada con desarrollo de pastizales donde coexistían estas enormes bestias. Al morir, estos animales caían o eran arrastrados hacia estos canales, donde la fuerza del agua terminaba por desarticular sus partes. Algunas partes quedaban en ese mismo lugar, pero otras eran transportadas corrientes abajo y se acumulaban en las zonas de descarga.

Santa Rosa está tapizada de vestigios de una maravillosa fauna de antiguos mamíferos. Encontrarlos es una cuestión de suerte pero también de atención. Avisar a quienes saben cómo hacer el trabajo subsiguiente, es una obligación de cada uno de nosotros para compartir entre todos el conocimiento del lugar en que vivimos.

Textos: Lic. Fernando Tourn (*)
Ilust.: Bibi González

(*) Licenciado en Geología, divulgador científico. Coordinador de «El Faro, un programa de ciencia» 

Algunas imágenes fueron tomadas del libro Bestiario fósil – Mamíferos del Pleistoceno de la Argentina, de editorial Albatros y Fundación de Historia Natural Félix de Azara.

Gracias a Claudia Montalvo y Marcos Cenizo por sus observaciones y aportes, a Mariano Erro por las fotos, y a Ricardo Echaniz por el procesamiento de imágenes.